Obesidad

 

Desde la década del 80, los índices de obesidad, no ha hecho mas que aumentar llegando, incluso a duplicarse a nivel mundial (OMS, 2014). Según la OMS, en el año 2008 cerca de 1400 millones de personas tenían sobrepeso, lo que equivale decir que el 35% de las personas adultas de 20 o mas años tenían sobrepeso y que un 11%, obesidad.

Ya en el año 2012, mas de 40 millones de niños menores de 5 años, tenían sobre peso.

Tanto esta patología como los trastornos alimentarios en su conjunto se ha tornado en uno de los mayores desafíos que debe afrontar la salud pública en la población infantojuvenil. El comer no solo responde al estado de hambre-saciedad. Esta conducta se encuentra fuertemente determinada por aspectos ambientales, culturales y de disponibilidad (Villarejo, 2012).

La obesidad fue definida por la Organización Mundial dela Salud (OMS) como una acumulación excesiva de grasa que puede llegar a ser perjudicial para la salud (WHO, 2006).

Hoy en día, esta entidad es reconocida como una enfermedad crónica que es considerada por diferentes organizaciones mundiales, como la OMS y el grupo Internacional de Trabajo en obesidad (IOTF) como la nueva epidemia del siglo XXI (WHO, 2006).

La obesidad infantil, es uno de los tema que mas ha cobrado importancia en la salud publica de países industrializados. Estudios demuestran que hasta un 80% de los adolescentes obesos se convertirá en adulto obeso. Como así también, la mitad de los escolares obesos y un tercio de los preescolares (Burbano, Fornasini & Acosta, 2003). El aumento de su relevancia esta sujeta al incremento de su incidencia, como también a la perpetuidad a lo largo del curso de vida de la persona (Yeste & Carrascosa, 2012).

Esta dinámica podrá conllevar, para el futuro adulto, ciertas complicaciones ortopédicas, cardiovasculares, respiratorias, dermatólogas, digestivas, neurológicas, endocrinas, ciertos canceres y una menor esperanza de vida (Yeste & Carrascosa, 2012).

El trastorno nutricional mas frecuente en la infancia y en la adolescencia, es la obesidad.

Existen tres periodos críticos para el desarrollo de la obesidad. El primero se da en la etapa prenatal, el segundo entre los 5 y 7 años y el tercero en la adolescencia (Burbano, Fornasini & Acosta, 2003).

La obesidad en los primeros años de vida esta fuertemente asociada a la muerte súbita y a la discapacidad en la vida adulta. A su vez presentaran una mayor predisposición a tener en el futuro dificultades respiratorias, hipertensión, enfermedades cardiovasculares y resistencia a la insulina. A nivel psicológico, estos, tendrán una mayor predisposición a tener baja autoestima, aislamiento social, depresión, ansiedad y bajo rendimiento académico (Villarejo, 2012).

Según recientes resultados del Estudio Español de Crecimiento 2008, la tasa de sobrepeso en la niñez, en la adolescencia y en la vida adulta se ha incrementado en aproximadamente un 10% en los últimos 20 años. Esto significa que, aproximadamente el 20% de los niños y adolescentes varones españoles presentan sobrepeso y el 15%, por su parte, las mujeres. Un 5% presenta obesidad. En este punto, vale remarcar que el incremento de la obesidad infantil ha llevado al aumento de consultas de por obesidad severa, donde el IMC (Índice de Masa Corporal) es superior a 35. En la mayoría de estos casos, el diseño de tratamiento típico y recomendado no obtiene el mismo resultado debiendo llegar, en muchos casos, a la cirugía bariátrica. (Yeste & Carrascosa, 2012).

El diseño de tratamiento que se recomienda, hoy en día, se basa en tres pilares:

  • Modificación de la conducta alimentaria.

  • Estimulo de actividad física.

  • Soporte emocional.

Si el paciente es un niño, resulta importante sumar otro factor: el ambiente familiar, ya que, tanto la actividad física como los hábitos alimentarios, son tempranamente influenciados por las costumbres familiares. Es decir, que los padres serán los ejemplos que los niños tomen para aprender a alimentarse y a ser activos o pasivos. Entonces el tratamiento del mismo, deberá ser dirigido, no solo al niño sino que también a su familia y al colegio.

Este último actor se ha convertido en un actor muy importante para generar intervenciones que promocionen la salud, trasmitiendo conocimientos y desarrollando habilidades (Camargo-Ramos & Pinzón Villate, 2012). Un estudio llevado a cabo en los Estados Unidos, en el año 2009 (Guyer, Grason, Frick, Perry, Sharkey, et ál.), mostro tanto a corto como largo plazo, la eficiencia de las acciones en promoción de la salud, dirigidas a niños en edad preescolar. Estudios realizados en Australia, entre los años 2004 y 2008, y en Europa, entre el 2005 y 2010, también mostraron resultados en sintonía a los obtenidos en Estados Unidos, en relación a la prevención de la obesidad. En el mismo sentido, estudios realizados en China en el año 2010 y en Chile, en el 2006, mostraron evidencia que, la educación nutricional mejora significativamente los hábitos de los niños como sus conductas (Camargo-Ramos & Pinzón Villate, 2012).